Vivimos en mundo rodeado de prisas, estrés, presión e infinitos desafíos. Los adultos sabemos lo que es de verdad la vida y luchar en todos los frentes. Sobrevivir en el mundo que nos rodea exige que tengamos la mente bien asentada, unos valores sólidos y un criterio impecable. En contra de los valores que predica nuestra sociedad, hay que ser una persona reflexiva y flexible.
Tu hijo ha hecho algo incorrecto y estás enfadado con él. Reñirle, castigarle, catalogarle o ridiculizarlo no va a conseguir que la próxima vez lo haga mejor: «a ti te pasa algo, no es normal lo que acabas de hacer», «eres un inútil; se acabó, te has quedado sin ordenador durante el fin de semana», etc
Hacerle sentir mal no va a conseguir que tu hijo aprenda de sus errores, ni que recapacite. Se sentirá mal consigo mismo («soy malo, soy tonto, no sirvo para nada») o contigo («te odio, la culpa es tuya, esto es una injusticia, ojalá te murieras») y no pensará en rectificar sino que concentrará todas sus emociones en odiarte, sentirse incomprendido o echarte la culpa de todo.
Si quieres que se porte bien haz que se sienta bien
Es humano equivocarse y mucho más si el que se equivoca es un niño. De hecho, los niños ni siquiera se equivocan: tan solo crecen y maduran y ese proceso conlleva errores, naturales y muy legítimos.
Tu trabajo consiste en convertir cada error en una oportunidad de crecimiento y de mejora.
A esto se le llama «mediar«. Alégrate cada vez que tu hijo se equivoque porque tienes en tus manos la posibilidad de enseñarle a ser mejor.
Un rincón y un tiempo para calmarse
Todos somos una bomba de relojería cuando estamos enfadados o frustrados. La mayoría de los adultos reconocemos los síntomas y busca la intimidad y la soledad para relajarnos. Preferimos no hablar en ese momento porque sabemos que acabaremos explotando.
Lo mismo necesitan los niños. Cuando debemos corregirle una falta y no es el momento de dialogar, cuando está demasiado enfadado o herido, cuando es evidente que va a comenzar una lucha de poder, tu hijo está pidiendo a gritos un momento de soledad, un lugar retirado donde poder relajarse y reconducir sus sentimientos.
Este tiempo de calma es lo que se denomina «tiempo muerto» o «pausa obligada«.
¿Qué es la pausa obligada?
La pausa obligada es un recurso muy utilizado por los padres y es de sentido común hacerlo. Sin embargo, no siempre lo utilizamos como pausa positiva sino como consecuencia punitiva al comportamiento de nuestros hijos:
- Incorrecto (progenitor gritando). ¡Ya está bien! ¡Siempre estás igual! Vete a tu habitación y no salgas hasta que yo te lo diga. Y vete haciendo la idea de que estarás aquí una horita…
- Correcto (progenitor invitando al niño a recapacitar). Creo que lo más conveniente en estos momentos es que te vayas a tu cuarto un rato, hasta que te calmes. Cuando creas que estás listo, sal (lo deja a la elección del niño) y entonces hablaremos.
Si el objetivo es que tu hijo sea capaz de tranquilizarse para así poder manejar posteriormente la situación y poder reflexionar sobre ella… ¿por qué hacerle sentir mal enviándole a tranquilizarse con la sensación de que va castigado?
Esto no le ayudará a sentirse mejor y su razonamiento no irá por el camino de la reflexión verdadera sino que se dejará llevar por sus sentimientos incontrolados.
¿Quieres saber cómo se aplica la pausa obligada? ¿Cuál es el mejor lugar para aplicarla?
Elena Roger Gamir
Pedagoga – Solohijos