Si cuando comete un error le castigas o le envías una mirada de «eres un inútil, ya no sé cómo decírtelo…», ¿qué lección crees que aprenderá?
Me pongo en el lugar de muchos niños. Si yo fuera niña, concluiría que para escaparme de castigos, no decepcionar a mis padres o no sentirme incompetente lo mejor sería evitar enfrentarme a mis errores y no asumir las consecuencias. Eso me llevaría en muchas ocasiones a mentir a mis padres y a desarrollar en mí una actitud de «escapismo«. Lo peor es que, a no ser que mis padres cambiaran su manera de aplicar la autoridad conmigo, llegaría a la adolescencia con esta misma actitud. Si suspendo, no enseño las notas. Si llego tarde a casa, es culpa de mi amiga. Si pierdo las llaves, alguien me las ha quitado. Si contesto mal es porque me has provocado primero…
Trataría de evitar el castigo a toda costa, empeorando las consecuencias de la falta. Y ya no para evitar el dolor o el miedo, sino porque me habría acostumbrado a un proceso de pensamiento tóxico, sin alternativas. Sería una experta en recibir y eludir castigos sin que me afectara lo más mínimo. Al final, el refrán sería cierto: «perro ladrador, poco mordedor«. ¡Me habría costumbrado a todo! O puede que de ser tantas veces castigada, me sintiera incapaz de solucionar nada por mí misma y eludiera aceptar de nuevo mis responsabilidades para evitar consecuencias.
No siempre la vida es tan lineal, por supuesto. Pero sí sabemos que los castigos no ayudan a formar personas flexibles. Hay que hacer cumplir las normas y poner límites, evidentemente, pero hay formas alternativas al castigo.
La adolescencia llegará en un suspiro. Y ese adolescente tendrá mucho que ver con el sistema de castigos y recompensas que le has aplicado durante su infancia. De la comunicación y relación que haya existido entre vosotros. Y sobre todo, de las experiencias de aprendizaje mediado que haya vivido.
La responsabilidad basada en la Metacognición
Yo prefiero basar la educación de mis hijos en la metacognición. Quiero hacer a mis hijos responsables de su comportamiento. Les enseño, a través de la mediación, a que definan el problema y busquen la mejor alternativa. A que evalúen sus decisiones y cuestionen el grado de calidad de los resultados. Quiero que aprendan a aprender. Quiero para ellos un repertorio de procesos de pensamiento que les ayuden a resolver problemas que no pueden resolverse mediante respuestas aprendidas.
Para ello, siempre tengo en mi cabeza, antes de una intervención con ellos, el objetivo de desarrollar la metacognición y no solo la de corregir un comportamiento puntual. Por eso, ante cada situación, trato de hacerles preguntas metacognitivas.
Preguntas que estimulan la metacognición:
Autorreflexión
- ¿Por qué no has considerado otra forma alternativa de solución?
- ¿Existe alguna otra forma de explicar lo que acabas de decir?
- ¿Qué me argumentarías si yo te dijera que no es cierto lo que dices?
Reflexión
- ¿Estás de acuerdo o en desacuerdo con lo que he dicho?
- ¿Podemos llegar a la misma conclusión por otro camino?
- ¿Por qué tenemos que creerte?
Razonamiento
- ¿Siempre va a ocurrir de la misma manera?
- ¿Existen argumentos en contra de lo que afirmas?
- ¿Por qué es cierto lo que dices?
Análisis
- ¿Podrías decirme diferencias y similitudes?
- ¿Qué relación existe entre lo que dices tú y lo que digo yo?
- ¿Puedes prever cuáles serán las dificultades?
Conexión con otro escenario o persona
- Esta situación es parecida a la que ocurrió la semana pasada pero ahora hay una pequeña pero importante diferencia. ¿Cuál es?
- ¿Puedes ponerme un ejemplo de lo que dices, por favor?
- ¿Puedes aplicar esta misma solución en otro escenario? ¿Y con otra persona?
- ¿Por qué crees que xxx dice o hace eso?
Comprobación
- ¿Cómo podemos verificar los datos?
- ¿Estás realmente seguro de lo que dices? ¿En qué te basas?
- ¿Cómo estás tomando esa decisión? ¿Llevándote por tu estado emocional del momento o por tu sentido común? ¿Deberías revaluar tu decisión?
- ¿Qué más puedes añadir para que esto esté más completo?
Castigos… ¿para qué, si puedes ayudarles a evaluar sus propios actos y a hacerse responsable de los mismos?
El castigo no tiene sentido. Sí las consecuencias. Sí los limites. Sí las segundas oportunidades. Sí confiar en que puede conseguirlo. Sí la resolución de conflictos conjunta. Sí la mediación.
Elena Roger Gamir
Pedagoga – Solohijos