Una característica de la resiliencia es la de ser fuerte ante aquello que destruye. Es decir, llevar una vida sana ante un ambiente poco favorable. Educar entre algodones pocas veces acaba siendo provechoso. Por otra parte la permisividad acaba siendo tan perjudicial o incluso peor.
¿Qué podemos hacer para ayudarles a fortalecer su interior?
- Ayúdale a conocer sus puntos débiles y ofrecer modelos de actuación. Por ejemplo, tu hijo es impulsivo y cuando fracasa en algo, traslada la culpa hacia los demás, enfadándose con ellos en lugar de hacerlo consigo mismo. Intenta reflexionar con él y hacerle ver que éste es un punto débil. Entonces, y a través de las experiencias que te ofrece el día a día, buscar entre ambos pautas de actuación para controlar este impulso: reflexionar ante un fracaso para averiguar realmente hasta qué punto es por su culpa, aislarse en su cuarto antes de estallar con algún miembro de la familia, escribir en un diario sus sentimientos ante un problema o frustración, etc.
- Potencia su autoestima, evita criticar todo lo que hace mal, valorando aquello que consigue alcanzar y potenciando aquellas cualidades en las que destaque.
- Proponle metas concretas y a corto plazo. No le digas «Tienes que estudiar». Es mejor proponer un tiempo determinado de estudio y un plan de trabajo semanal. Evitar comentarios tipo «Hay que ser más ordenado». Es preferible incidir en aspectos concretos: «Recoge la toalla al acabar de ducharte», «No dejes la ropa tirada en el suelo de tu cuarto», etc.
- En la medida de lo posible, no resuelvas sus problemas, deja que sean ellos quienes den el primer paso. Por ejemplo, si tu hijo no tiene suficiente con el dinero que le das cada mes, no le incrementes la paga para que vaya más holgado y no pase tantas estrecheces. Permite que aprenda a administrarse mejor y/o a prescindir de algunos gastos que no puede permitirse.
- Enséñales a pedir ayuda cuando lo necesiten. Hay que establecer un clima de confianza y buscar cauces de comunicación entre la familia y los hijos.
- Entrénales en reflexionar antes de actuar. Cuando se equivocan, deben asumir la responsabilidad del mal causado y reparar el daño si es conveniente. Por ejemplo, si jugando al fútbol rompen el cristal de la ventana del vecino, que sean ellos quienes vayan a pedir disculpas y se hagan cargo de la reparación que suponga.
- Déjales participar en decisiones familiares y facilitar que sean ellos los que propongan maneras de solucionar aspectos cotidianos. Por ejemplo, en el tema del manejo de Internet, podéis establecer juntos las reglas de uso: pedir permiso para acceder a Internet, horarios, antes de comprar cualquier objeto comentarlo con los padres, limitar los chats, filtros etc.
- Enséñale a amaestrar los afectos y emociones, ayudándole a controlarse ante situaciones que requieran mayor serenidad y capacidad de juicio. Por ejemplo, tu hijo llega a casa después de un partido de fútbol y está enfadado porque el árbitro ha sido injusto. Hay que hacerle ver que esta situación no debe repercutir en su carácter y el modo de tratar a la familia a lo largo de todo el día.
- Tu hijo o hija se está convirtiendo en un adulto. ¿Por qué no fomentarle la idea de hacer voluntariado? No hay nada para fortalecer nuestra capacidad de superación como descubrir «en primera fila» las necesidades de los demás, las desgracias de otras personas menos afortunadas que nosotros. En esos momentos, nuestros hijos se involucran en un proyecto que les obliga a dar lo mejor de sí mismos a pesar de las adversidades.
Piénsalo. Tu hijo ya no es aquel bebé indefenso y vulnerable. Ahora es un adolescente capaz, lleno de grandes y pequeños talentos que necesitan proyectarse en el exterior para crecer y conseguir las metas propuestas. Debemos exigirle como tal.
Óscar A. Matías
Orientador de familias y jóvenes en edad escolar