No le premies por cumplir con sus obligaciones. En lugar de premiarlas (con dinero, con regalos, con algo a cambio…), valóraselas.
¿Cómo se valoran?
Descríbele con precisión la tarea que ha hecho bien, las dificultades con las que se ha encontrado y cómo las ha superado. Y lo que eso significa para ti. Pregúntale siempre cómo se siente después de haberlas realizado. Incluso cuándo las hace mal. Entonces con el mismo criterio valora su esfuerzo y trata con él de buscar una solución.
Has limpiado la mesa con mucho detalle. No te has dejado ni una mancha. He visto que has tenido que repasarla varias veces porque había manchas resecas desde ayer. Te agradezco mucho que te hayas esforzado tanto para hacer un trabajo de calidad. Me has ayudado mucho, gracias! ¿Cómo te sientes tú?
Hazle sentir orgulloso de sus logros porque esa será su verdadera gratificación: la motivación intrínseca. Conseguirás que trabaje encontrando en su trabajo un sentido y desarrollando en él una actitud de autoresponsabilidad.
Premia lo que no es una obligación o lo que es nuevo y supone un desafío. Un reto difícil necesita, en algunas ocasiones y solo al principio, de una motivación extrínseca.
No lo acostumbres a esperar nada a cambio por cumplir con sus obligaciones. Se han de cumplir porque hacerlo permite a la familia convivir en armonía y porque hacer un trabajo de calidad conlleva una satisfacción interna. Enséñale a que sepa verlo y valorarlo.
Elena Roger Gamir
Pedagoga – Solohijos