Acaba de nacer y ya es capaz de aprender los rudimentos del lenguaje afectivo y de las emociones. Con su llanto nos levanta como un rayo para ver qué le sucede, con su sonrisa nos conmueve el alma provocando nuestro más profundo abrazo, con sus balbuceos nos lleva a diálogos ininteligibles llenos de ta-ta-tas y gu-gu-gus.
Nuestro bebé es un maestro en provocar respuestas y nosotros podemos estar atentos y dispuestos a escuchar y responder en cada momento de modo que aprenda cómo «conversar» con las emociones y cuál es el lenguaje del afecto y del cariño. Porque nuestra empatía hacia el bebé es el espejo emocional en el que él aprenderá a mirarse. Ese será el modelo que incorporará a su personalidad. Esa será, de algún modo, la manera en que «aprenderá a hablar» el lenguaje de las emociones.
- En la cuna, cuando le acuestes, pon una mantita o una almohada pegada a su cuerpecito de manera que se sienta protegido y seguro.
- Durante el tiempo de vigilia, permítele estar en espacios amplios de manera que pueda desarrollar el movimiento sin sentirse encajonado.
- Durante el baño, pídele a alguien que tome las manos del bebé. Eso le dará seguridad y confianza y hará del baño un tiempo agradable y placentero.
- Limita el uso del «parque» a pocos minutos durante el día. Es un espacio inapropiado porque limita el aprendizaje. El niño puede vivir en él situaciones en las que se sienta abandonado repetidamente.
- Cantar, acariciar, mecer, acunar, hablar, sonreír, bailar, gesticular, hacerle cosquillas, son actividades que puedes realizar con tu bebé y que le ayudarán en su desarrollo emocional.
- Llámale por su nombre tan a menudo como puedas, sobretodo en los primeros meses.
- Dialoga a menudo con tu bebé.
- Juega con él al juego del «cucú-tras», poniendo un pañuelo delante de tu rostro y apareciendo y desapareciendo cada vez. Juega del mismo modo haciendo «aparecer y desaparecer» sus juguetes.
- Responde siempre a sus sonidos y a sus acciones.
- Despídete de él cuando te vayas dejándolo con otra persona y salúdale efusivamente cuando regreses de modo que pueda comprender que aunque te vayas, siempre regresas.
- No escatimes los elogios y alabanzas.
- Juega con él a poner caras graciosas, a hacer muecas divertidas y anímale a que te imite. Jugad juntos a este juego frente a un espejo.
- Tenlo en brazos a menudo y demuéstrale tu cariño por él. Aprovecha esos momentos para hablar de los propios sentimientos así como de los de tu hijo. Aunque él aún no pueda expresarse, aprenderá que tú estás dispuesto a escucharle y que los sentimientos también se pueden expresar con palabras.
- Dile a menudo lo mucho que le quieres, lo bien que te sientes a su lado o lo agradable que es cuidarle.
Carmen Herrera García
Profesora de Educación Infantil y Primaria