Nuestro hijo está tan desconcertado como nosotros. Está entre una cosa y otra, entre el niño y el adulto, entre las normas familiares y la rebeldía. Se encuentra en plena adolescencia, y es durante este período conflictivo cuando debe asumir como propias las exigencias que hasta ahora marcábamos los padres. Para ello, necesita ciertos estímulos que nosotros podemos facilitarle.
- Siempre que pidas a tu hijo que haga algo, explica por qué se lo pides.
- No uses expresiones como «porque lo digo yo» o «porque sí».
- Cuando hables con él, concéntrate en lo que dice. Haz alguna pregunta sobre lo que explica para demostrar que realmente quieres enterarte bien.
- Aprovecha los acontecimientos que le ocurran para relacionarlos con objetivos de autoexigencia y lucha personal.
- El padre debería hacer notar a los hijos el esfuerzo de autoexigencia que realiza la madre, y viceversa. Es una magnífica ocasión para mostrar un ejemplo.
- Pedirle perdón cuando nos equivoquemos o cuando, por falta de control personal, le gritamos o descalificamos.
- Deja que se explique, da crédito a lo que dice salvo cuando tengas evidencia de lo contrario.
- Si te engaña o falta a sus compromisos, no le grites ni le riñas. Explícale con toda la calma de que seas capaz, que ha faltado a nuestra confianza, por lo cual tendrá menos autonomía hasta que demuestre que es digno de confianza.
- Establece la costumbre de que os explique con quién sale y dónde podríamos buscarle en caso de necesidad.
- No presumas delante de tu hijo.
José María Lahoz García
Pedagogo (Orientador escolar y profesional),
Profesor de Educación Primaria y de Psicología
y Pedagogía en Secundaria
Artículo relacionado: Exigir a un adolescente