¿Qué es la voluntad? ¿Cómo puedo ayudar a mi hijo a construirla? ¿Está relacionada con la inteligencia? En el largo camino que deben recorrer padres e hijos, la voluntad entabla un diálogo, a veces de sordos, entre autonomía incipiente y dependencia necesaria. Su mayor o menor comprensión dependerá, en gran medida, de la capacidad de escucha del adulto y de las oportunidades de construcción de la propia voluntad que el niño tenga en sus primeros años.
«La voluntad no es una facilidad sino la misma inteligencia que se aplica a dirigir la acción para salir bien del paso». El misterio de la voluntad perdida de J. A. Marina
A todos los padres nos gusta tener hijos voluntariosos y esforzados. Constantes en lo que emprenden y siempre dispuestos a aplicarse en sus objetivos hasta lograrlos. Aunque deberíamos plantearnos si dedicamos el suficiente esfuerzo a construir en ellos la tan preciada voluntad.
El niño pequeño es un perseverante nato. Él puede repetir y repetir un nuevo aprendizaje tantas veces como sea necesario para su adquisición. De hecho, esa es una de las características principales de todo niño en sus primeros años de vida: repetir y repetir acciones aparentemente sin sentido. Con ello logra dominar nuevas habilidades, adaptándose y respondiendo al mundo que le rodea. Pero esta conducta apenas está dirigida por la voluntad. Es, como dijo la gran pedagoga María Montessori: la misma fuerza creadora que dirige su desarrollo la que vez tras vez permite y alienta la repetición en el niño de corta edad.
La voluntad los primeros tres años
Durante sus tres primeros años de vida, el niño expresa necesidades que deben ser satisfechas desde el exterior. A partir de los dos años es cuando el niño empieza a mostrar conductas que demuestran una incipiente conciencia de sí mismo. Es a partir de entonces que podemos empezar a hablar de construcción de la voluntad dado que el niño comienza a descubrir su individualidad. Y es con el individuo que surge la necesidad de una voluntad que dirija la conducta.
Nos encontramos entonces con un niño que ha descubierto el «no» como respuesta. Es el período de la «guerra de la cuchara» donde nuestro hijo manifiesta su incipiente personalidad a cualquier precio.
En este proceso constructivo que el niño realiza en interacción con su medio familiar y social, el lenguaje es el vehículo que permite a la madre conducir la conducta desde una dependencia completa a los dictados del adulto a una autonomía imprescindible para el crecimiento. La voluntad del niño se encuentra aún en la etapa de la heteronomía (cuando la voluntad está determinada por algo exterior a ella misma) y debe ser conducida a lo largo de la primera infancia hacia una autonomía que le permita aplicar su inteligencia a lograr lo mejor para sí mismo en todas las circunstancias.
La voluntad entre los 3 y 6 años
Pero entre los 3 y los 6 años nos encontramos ante un niño que todavía se mueve por esa fuerza inherente que le lleva a la experimentación continua, sin criterios de seguridad o conveniencia, y la necesidad de desarrollar conductas inhibitorias de su propio comportamiento que le permitan renunciar a aquellas actividades que, por medio del aprendizaje, empieza a discriminar como impropias o no convenientes. Y es en este juego de fuerzas internas vitales e inteligentes que el niño se debate en estos primeros años.
Aprender a hablar le ofrece las herramientas necesarias para que pueda darse el diálogo interno imprescindible para la puesta en marcha de la voluntad. Ese lenguaje, primero usado por los padres y personas que intervienen en su crianza, es el que durante meses ha estado dirigiendo su conducta desde el exterior y que debe ir siendo interiorizado hasta formar parte de su ser ya entrando en los 6 o 7 años.
Carmen Herrera García
Profesora de Educación Infantil y Primaria
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