Una norma imprescindible para aplicar hasta que tu hijo sea más alto que tú: cuando hables con tu hijo, coloca tus ojos a la misma altura que los suyos.
Haz este experimento
Dile a tu pareja que se suba de pie a una silla. Desde esa posición, trata de hablar con ella. ¿A que es molesto tener que dirigirte a una persona que está a una altura muy superior a la tuya? ¿No es cierto que te sientes en inferioridad de condiciones?
Es una percepción, quizás subjetiva, pero que influye decisivamente en la conversación y en la autoestima de los conversadores.
Imagina a tu hijo, desde una altura muuuuy inferior a la tuya, con roles tan diferentes y encima teniendo que soportar tus gritos, tus reproches o sencillamente una amonestación. ¿Imaginas ahora su sensación de vulnerabilidad? ¿Entiendes que deba desafiarte o gritar para igualar esta sensación de inferioridad?
Está más atento a esa sensación que a lo que le dices.
Arrodíllate, siéntate en el suelo, flexiona el tronco, súbelo a una mesa… busca el recurso para hablar a tu hijo a su misma altura. Sé respetuoso con tu hijo hasta este punto. Es difícil conectar con el corazón si las miradas no se juntan.