Te proponemos crear un espacio específico para que tus hijos se puedan relajar. No estamos de acuerdo con encerrarlos en lugares aislados y aburridos donde no tengan nada más que hacer. Creemos que el lugar ha de inducir a la calma y debe ser para ellos un lugar de referencia donde puedan acudir ellos mismos, sin necesidad de animarles tú, a resolver sus conflictos internos y reflexionar.
Por eso, te animamos a que tus hijos colaboren y se involucren en su creación. El sitio para relajarse y pensar puede ser:
- Un rinconcito de su cuarto o del comedor, con cojines, música o libros. Puede encontrar allí un osito de peluche reservado solo para escucharle si es que quiere desahogarse con él. Una mesa exclusiva para estos momentos donde tus hijos encontrarán hojas y lápices, barro seco o plastilina para poder crear en función de sus sentimientos.
- Un lugar donde haya una pizarra de tiza o de rotuladores borrables donde pueda dibujar, escribir y dar rienda suelta a sus sentimientos.
- Un «trono», un sillón confortable y especial donde hacer ejercicios de respiración, estiramiento muscular, leer un libro, cerrar los ojos y escuchar el silencio… Coloca cerca de él una libreta con un bolígrafo para que tu hijo pueda escribir sus emociones y así, posteriormente, poder leerlo juntos.
- Su cuarto. Coloca un cartel en la puerta, como en los hoteles, de color rojo que diga: ¡STOP! No pasar. Estoy relajándome.
Dile a tus hijos que elijan un nombre para este lugar especial: mi rincón para tranquilizarme, mi sitio de calma, etc.
Allí puede permanecer todo el tiempo que necesite para calmarse. Te repetimos nuestra premisa: si quieres que se porte bien haz que se sienta bien. Dale tiempo para calmarse sin presiones. Si tu hijo es de los que prefieren llevarse un cronómetro y delimitarse el tiempo, permíteselo.
Otros contenidos relacionados:
La pausa obligada: una oportunidad para recapacitar
La pausa obligada: ¿cómo se aplica?
Elena Roger Gamir
Pedagoga