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¿Lo proteges o lo sobreproteges?

Haim G. Ginott, en su libro (que os recomiendo efusivamente) «Entre padres e hijos«, de la editorial Medici, afirma que «un buen padre, como un buen maestro, es el que se hace cada vez menos indispensable para los niños».

¿Qué quiere decir esto? Pues que debemos enseñar a nuestros hijos a no depender de nosotros, a tener criterio, a crecerse frente a las adversidades, a desarrollar estrategias resolutivas. Debes proteger sin sobreproteger.  A continuación te proponemos algunos consejos que pueden servirte de ayuda a la hora de conseguir los objetivos anteriores.

Consejos prácticos para no sobreproteger a tu hijo:

  • Cuida los mensajes que le das a tu hijo con tus palabras. Pueden esconder una actitud demasiado proteccionista, inconsciente pero proteccionista. Cada día ocurren decenas de circunstancias que sin darnos cuenta dicen a nuestros hijos que ellos mismos no se bastan y necesitan de nuestra ayuda:
      • Esa pieza del puzle no va ahí, cariño, va aquí.
      • Tú no puedes solito. Ven que te abroche los zapatos 
      • Te voy a poner guapísimo. Ven que te peine y te ponga colonia.
      • Te pongo el bocadillo dentro de la mochila para que no se te olvide.
      • Estos deberes son dificilísimos para ti. Deja que te ayude.
      • No te preocupes, cielo. Encontraré tu peonza y cuando vuelvas del colegio ya la tendrás.
      • Te he preparado la ropa de mañana.
      • Deja que abra yo el paquete de galletas. Tú no podrás.
  • Razonar, sí, pero a veces también hay que obedecer «por prestigio». Es conveniente racionalizar con nuestros hijos los motivos de determinadas órdenes pero también es cierto que en muchas ocasiones deben obedecer tan solo por confianza y por el prestigio que despertamos en ellos. No todo se puede ni se debe explicar.
  • Hazle progresivamente responsable de su comportamiento. Desde que es pequeño y debe recoger sus juguetes para poder volver a jugar con ellos en otra ocasión, hasta que es adolescente y debe controlar sus llamadas de móvil para poder pagárselas. Cada acción tiene una reacción.
  • No le evites problemas. Tan solo ayúdale a enfrentarse a ellos, si es que crees que no podrá hacerlo solo. Y si es capaz, olvídate de él.
  • No te anticipes a sus demandas. Si necesita ayuda ya te la pedirá. Si ves que tiene un problema con su hermano, dale tiempo y deja que ambos lleguen a una solución. No los subestimes, son más capaces de lo que crees.
  • Fomenta las conductas apropiadas a su edad y no le rías las gracias por comportamientos que son muy infantiles.
  • Exige trabajos de calidad. Asegúrate de que las tareas que tienen en casa son proporcionales a su edad y madurez. Y una vez que lo hayas hecho, exígeles que lo hagan bien. Comienza a exigir un trabajo de calidad y no te conformes tan solo con las buenas intenciones. Si han de fregar el suelo, han de hacerlo bien. Si han de limpiar los zapatos o hacer la cama, han de hacerlo lo mejor posible. Nada de «pobrecito, al menos lo ha intentado».
  • Aunque su idea vaya a acabar en fracaso, deja que lo intente. Deja que tenga planes y que intente llevarlos a cabo aunque sepas de antemano que acabarán mal. Media con él, hazle preguntas para que pueda ser realista pero deja que tome sus propias decisiones. Si no lo consigue, seguro que otra vez lo planeará con más estrategia.

Fernando, 11 años. Quiere invitar a su amigo a jugar a casa. Se lo permites pero con la condición de que sea después de hacer los deberes. Es evidente para ti que no va a poder ser pues ya ha pasado media tarde y aún no ha comenzado a hacer los deberes.
No le digas: Es imposible que hoy venga tu amigo. Es muy tarde y todavía te falta acabar los deberes y ducharte. Déjalo para otro día.
Dile: De acuerdo. Acaba tus obligaciones y si te queda tiempo libre, llámale.
Al acabar sus obligaciones y no tener tiempo de jugar con su amigo se percatará que necesita organizarse mejor, hacer los deberes más rápido o invitar a su amigo un día de fiesta. Tú no le has privado de aprender con su experiencia dándole la oportunidad de llevar a cabo sus planes, aún sabiendo que no lo conseguiría. 

  • Evita dar órdenes, recordarles o avisarles de todo lo que tienen que hacer. Si quieres que al salir se pongan el abrigo no digas: «poneros el abrigo que hace frío» sino limítate a decir «hoy hace mucho frío en la calle». Si quieres que tu hijo recoja sus platos di: «Javi, hay un plato sucio en la mesa» y si quieres que ordene los juguetes di: «Los juguetes no están en su sitio». Describe, no des órdenes.
  • Deja que las consecuencias y las enseñanzas provengan también del exterior. No te responsabilices tú de todo. A menudo, son más eficaces las recomendaciones del exterior que las tuyas propias.

Jorge, 13 años. Siempre te estás peleando con él para que se duche. ¿Por qué no dejas que sean sus hermanos o sus amigos los que se quejen a él de su mal olor? Dale tiempo y verás como llegan las quejas.

  • Contesta a las dudas de tus hijo con más preguntas. Ayúdales a reflexionar y deducir. No contestes a todo lo que preguntan tus hijos de forma resolutiva y explícita. Tienen derecho a pensar por sí solos, independientemente de la edad, a valorar opciones, a reflexionar. Si evitas con tus respuestas este proceso cognitivo evitas que se explore a sí mismo y madure.

Luís 8 años. Tiene la misma tarde partido de fútbol y el cumpleaños de un amigo. Le pregunta a su padre a cual debe ir.
No le digas: Ves al cumpleaños de Javi ya que juegas cada viernes al fútbol y cumpleaños tienes pocos. Además, estarán todos tus amigos de la clase y seguro que será muy divertido.
Dile: ¿Cual crees que puede ser una buena decisión? ¿Por qué? ¿Qué pasaría si decides ir al fútbol? ¿Y si decides ir al cumpleaños?

  • Debes cambiar tus respuestas y utilizar frases que le hagan pensar a tu hijo que crees en su capacidad de tomar decisiones acertadas. Y en su capacidad de rectificar si es que se equivoca. Con ello conseguirás que, además de fomentar la toma de decisiones y su autoestima, no tema a las frustraciones y éstas sean más un reto que un motivo de inseguridad.
    Debes utilizar frases hechas como éstas: 
        • Toma tú la decisión
        • Estoy seguro de que vas a tomar una buena decisión
        • Me interesa escuchar lo que piensas
        • Decide tu mismo
        • Eso depende de ti

Ignacio, 7 años, siempre pregunta a su madre qué ropa se pone el fin de semana. Esta puede decirle directamente qué es lo más apropiado para ese día o explicarle escuetamente cual es el plan del día para que él tome su propia.
No le digas: Ponte el vaquero y la camisa de cuadros.
Dile: Vamos a ir de excursión. Toma una decisión.

  • Cuando corrijas su toma de decisión, hazlo describiendo, nunca criticando. En el ejemplo anterior, de nada sirve dejar que Ignacio decida por sí mismo la ropa que llevará ese día si luego nosotros criticamos duramente dicha decisión. Si consideras que se ha equivocado, limítate a describir la situación para que vuelva a tomar una decisión más apropiada: «Ignacio, hoy hace frío». Sabrá que, además de la camisa, se debe poner también un jersey sin necesidad de que tú se lo digas.
    Por supuesto, olvídate de «¡Pero no ves que hoy hace frío! ¿Cómo se te ocurre no ponerte un jersey? ¿Es que quieres enfermar?»
  • Debemos informar con claridad a nuestros hijos sobre donde empiezan y acaban los limites de libertad dentro de la familia, es decir, debemos asegurarnos que conocen las normas de la casa y lo que pueden o no pueden hacer y ser todo lo consecuente posible.

Nico, 10 añosSabe que la noche anterior a la clase de deporte debe preparar su mochila para evitar olvidarla al día siguiente. Conoce esa norma pero no prepara la mochila (es más interesante jugar con su hermano) y al día siguiente se va al colegio sin la mochila de deporte.

Incorrecto: Llevas la mochila al colegio pues es la tercera vez que se le olvida este mes. Si hoy no va con la mochila, su profesor le va a reñir duramente así que es mejor que se la lleves.
Correcto: No se la llevas porque crees que la amonestación del profesor será más eficaz que la tuya y le servirá para darse cuenta que las normas están para ayudarle y que sus actos implican consecuencias. Por la tarde, cuando en casa te explique lo que le ha pasado, le dices escuetamente que los días de deporte esperas de él que se lleve el equipo de deporte. Ni una palabra más.

  • Haz ver a tus hijos que ser responsable conlleva ciertos privilegios, el principal, tu confianza. Da a tu hijo tanta confianza como te demuestre tener.

Carolina, 12 años. Siempre que va contigo por la calle es prudente al cruzar los semáforos. Cruza cuando está verde y, además, vigila que los coches estén parados. No se distrae y va concentrada por la ciudad. Quizás es el momento de demostrarle nuestra confianza y decirle que se ha ganado un nuevo privilegio. Puedes decirle: He observado tu comportamiento en la calle y como me parece muy prudente y responsable, podrás ir tú sola los viernes por la tarde a casa de Maria (su amiga, que vive cerca).

  • Fomenta el espíritu de satisfacción personal, es decir, que tus hijos hagan las cosas por sí mismos y no pensando en los demás. Su recompensa debe ser su propia satisfacción.

Enrique, 16 años. Ha ganado el primer premio de redacción de su colegio. Dile: ¡¡Qué orgulloso debes estar de ti mismo!!  Yo también estoy muy orgulloso de ti.

  • Transige en las cosas sin importancia. Si tu hijo de 5 años quiere irse a dormir con la camiseta de su equipo de fútbol preferido, ¿qué hay de malo en eso? Estas son las pequeñas tomas de decisiones que ellos se pueden permitir. Respetar su decisión por nimia que nos parezca le proporciona seguridad y le da la sensación de ser diferente a los demás, de ser independiente a ellos.
  •  Ayudar ¡sí!, sobreproteger ¡no! Es muy habitual que los niños con algún problema añadido acaben con dicho problema más otros que, sin mala intención, les crea la sobreprotección de los padres. Si tu hijo es hiperactivo, disléxico o tiene cualquier otro problema diferencial, apórtale la ayuda que necesita pero no le protejas ni lo compadezcas, sencillamente ayúdalo pero deja que se desarrolle con la mayor normalidad posible.

Cuando tu hijo se esfuerza por superar un reto o un problema, es lógico sentir el impulso de ayudarlo. Sin embargo, si quieres ayudarle debes no ayudarle en ese momento. Tu hijo lucha por su independencia y por su autonomía, por lo que su opinión sobre él mismo dependerá directamente de la frecuencia y manera en que le ayudes.

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2 comentarios en “¿Lo proteges o lo sobreproteges?

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