No solo para resolver conflictos entre padres e hijos, para buscar soluciones conjuntas y llegar a acuerdos entre ambos. Es importante porque les permite a los hijos “entrenarse” como personas adultas, porque se sienten valorados al respetarse su opinión. Porque les ayuda a ponerse en la piel de la otra persona, a ceder, a juzgar lo que es justo o no, a “aprender” del criterio razonado de los padres.
Y algo muy importante: les da razones para obedecer y motivos para respetar la autoridad de los padres ya que ven que sus decisiones están muy valoradas y se basan en criterios tan defendibles como los suyos.
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